Hoy, 11 de septiembre, celebramos el Día del Maestro.

¡FELIZ DIA!

 

Así como quien no quiere la cosa en este año pandémico… ¡¿llegamos al 11 de septiembre?! No salimos de nuestro asombro. Quién podría imaginarse que este día no nos encontraría decorando el colegio para el acto, planchando el saco para decir las palabras alusivas o preparando las mesas para compartir una merienda con nuestros colegas… muy por el contrario, estamos sentados en la compu con dolor de espalda contestando el decimoquinto mail del día y rompiéndonos la cabeza para que se nos ocurra una nueva idea de actividad virtual interesante, creativa y significativa…

Se nos dio vuelta todo: el trabajo, el tiempo, la vida cotidiana, los roles que ejercemos, la relación con nuestros estudiantes, y podríamos seguir infinitamente. Pero hay algo que no se movió de su lugar: nuestro esfuerzo por buscar el modo de que otras personas aprendan algo nuevo. Ese núcleo de la tarea docente permanece intacto, aunque es verdad, el esfuerzo que estamos haciendo se ha incrementado, y mucho. En el centro de nuestra tarea, que ahora tienen nuevas (e improvisadas) herramientas y corre por novedosos canales (y a veces no corre, sino que camina, gatea… cuando nos anda mal el wifi) sigue estando esa unidad mínima de la labor docente que nos salva de la marea de la incertidumbre y por qué no decirlo, nos otorga identidad en este contexto en el que sentimos que cada vez entendemos menos.

Hoy frente a la pantalla de la compu o del celular, como ayer al preparar una clase, al entrar al aula o al organizar un acto, nos seguimos preguntando ¿cómo hago para que las chicas y los chicos aprendan hoy algo, se interesen por una partecita del mundo que aún no conocen?

Y… hasta pareciera que se están dando cuenta, porque esto nos escribieron por nuestro día los que tenemos al otro lado de la pantalla:

A nuestros colegas jubilados queremos recordarlos con una gran verdad que nos supo expresar Henry Adams al decir: Un maestro trabaja para la eternidad. Nadie puede predecir dónde acabará su influencia.

Un Maestro es sembrador de eternidad. Un ser que da, que siempre da, que no se cansa de dar. Un ser que dando vive, y no sólo existe. Aquel que educa, forma y forja para la vida, más allá del fluir de los tiempos.

 

Gracias por tanto...querida Susana Aguiar, Gina Frezza, Karin Brawn, Nancy Dominguez, Nancy Gimenez, Patricia Parra, Silvia Rusansky, Susana Estevez y querido Humberto Letizia.